Notas atlánticas:

expedición a Ilha Brava, Cabo Verde

A José Bernardo Alfama

Dentro da claridade plumbea da manhã
A Ilha, sobre o mar, lembra uma catedral.
As nuvens em silêncio imergem devagar
Qual um fumear de incenso
Num ascetismo intenso,

Num perfume subtil de velha fé cristã.
Pelas naves glaciais da brónzea catedral.

A Ilha, sobre o mar.

E sobem vagamento em lágrimas banhando
A dura fronte augusta e grave dos rochedos.
Bebe em fundo silêncio a terra fulva, adusta.

A lágrima que cai;
Ea nuvem passa, vai.
Numa insondável mágoa imensa rorejando.
[…]

Triste regresso
Eugénio Tavares

Carlos Suárez Rodríguez

Fotos: Archivo Laboratorio de Paisaje de Canarias

 

 

Para los que conocemos Cabo Verde, no hay duda de que Brava, la isla más pequeña y occidental del grupo de Sotavento –y también la más meridional de la Macaronesia– es toda una caja de sorpresas. Los tópicos adquiridos en las otras visitas a este archipiélago se rompen.

 

 

Desde la llana y árida Sal, pasando por la magia de las arenas boavistenses y viviendo la crudeza del volcán social que es Praia en Santiago, la visita a Brava es redescubrir lo que antaño se conocía ya como el “paraíso caboverdiano”.

 

El viaje es toda una experiencia espacio-temporal. Desde Canarias, aún mas. Allí reconocemos nuestros años 60 con toda su añoranza y posiblemente también su crudeza.

 

Vila Nova Sintra, patrimonio arquitectónico a preservar

 

Vila Nova Sintra, núcleo principal de la isla con aproximadamente 1.600 habitantes, es una bella ciudad colonial portuguesa ubicada a 500 m.s.n.m., en un ambiente montano, húmedo y nublado, donde las señoriales mansiones típicas de dos plantas –los sobrados–, las calles empedradas, las hileras de cardiales floridos –nuestros típicos hibiscos–, los ejemplares arbóreos de poilãos (Ceiba pentandra) y los monumentales baobabs, el cantar de los grillos al anochecer y los majestuosos dragos caboverdianos, nos traen a la memoria nostálgicas escenas laguneras de nuestra etapa estudiantil.

 

 

Esta ciudad, cobijada por los alisios, es sinónimo como aquélla de reposo y tranquilidad casi monacal. Nada que ver con la inquietud social que provocan los bidonvilles de Praia, con el ruido de sus miles de inmigrantes del oeste africano y sus inseguras calles atestadas de vehículos.

 

En Vila Nova Sintra, la tranquilidad de la calle invita a vivir en ella, y así desde la mañana a la noche; sus vecinos se encuentran en sus esquinas y en sus lojas, nuestras ancestrales tiendas de aceite y vinagre que allí además suministran el cálido y excelente grogue, típico aguardiente de caña oriundo elaborado en los trapiches insulares.

 

 

Ningún centro comercial ha llegado aún y los clubes sociales de cada barrio son estas viejas tiendas, donde se respira aún convivencia ciudadana y relación personal directa.

 

Con 64 km2, la distancia más lejana entre dos puntos por estrada portuguesa no sobrepasa los 30 km. Éstas son un continuo ir y venir de gente, unos esperando a la Hiace, la furgoneta de transporte equivalente a nuestros antiguos “piratas”, y otros yendo a los quehaceres del campo o de ida o vuelta de la escuela.

 

 

La familiaridad de los insulares se palpa en cada asentamiento desde Mato Grande a Cachaco, desde Furna a Porto Ferreiro.

 

Otro de los aspectos que nos trasladan en el tiempo es la abundancia de ganado tanto caprino como vacuno, con la presencia de rebaños de cabras y bellos y lozanos toros y vacas en todas la laderas pastoriles de esta isla, con una altura máxima de 976 m que siempre se encuentra influenciada por los nevoeiros, nuestros alisios canarios, que chocan con esta “isla-catedral”, denominada así por uno de sus insignes poetas, Eugénio Tavares, nativo de Brava y cuya historia personal y literaria se desarrolla en estos parajes.

 

 

El clima también nos recuerda a nuestros paisajes, con un noreste húmedo y frío –una AlisioBrava– y una XeroBrava extendida en un suroeste seco y más árido.

 

No cuenta Brava tampoco con algo que es común en las otras islas caboverdianas: el lixo, la basura. La basura en el paisaje, que tanto daña en algunos municipios de islas como Sal y Santiago, aquí no aparece. El escaso nivel de consumo insular de productos importados, la total dependencia de la producción propia, hace que en esta isla la limpieza sea una constante paisajística.

 

Pocos y escasos vertederos se ven en algunos puntos, y en general la impronta del paisaje la domina la extraña y poderosa geomorfología insular.

 

La omnipresencia del volcán de Fogo

 

Grandes barrancos –sus profundas ribeiras–, cráteres freatomagmáticos imponentes como el de Fundo Grande, o incluidos unos dentro de otros como en Lima Doce, Campo Baixo o Nova Sintra, domos fonolíticos como el de Monte Vigía, capas de más de 80 metros de puzzolanas y ash-flow piroclásticos, los extraños y escasos mantos oscuros de magneto-carbonatitas de Porto Ferreiro, deslizamientos en masa como el de Lavadura, depósitos de tsunami como el de Monte Garbeiro, masas de materiales pedregosos como Monte das Pedras o Monte Miranda, invitan a la observación detenida desde cualquier borde de las escasas vías, sin un metro de asfalto, que conectan los puntos habitados de esta pequeña fortaleza macaronésica.

 

 

Su historia geológica es otro de los atractivos para visitarla y obliga a repensar continuamente sobre el origen tortuoso de esta isla, posiblemente vinculada en sus orígenes a la siempre omnipresente y vecina Fogo.

 

Porque ésta es otra de las imponentes experiencias de esta visita.

 

A menos de 17 km. al este, en el horizonte, Fogo, la isla-volcán del archipiélago, con sus 476 km2 y su gran caldera con un empinado estrato-volcán lateral que asciende hasta los 2.829 metros de altitud –después del Teide, la mayor altura de la Macaronesia–, domina constantemente el paisaje y el devenir bravense. Desde cualquier punto, a cualquier hora, en cualquier situación meteorológica, la vecina Fogo, la isla con el volcanismo activo mas reciente de la Macaronesia –su última erupción fue en abril de 1995–, se hace presente. Es un continuo deleite paisajístico observar su imponente masa, al otro lado de este trozo atlántico.

 

 

Hay algunas experiencias únicas en Macaronesia. Puedo asegurar que una de ellas, sin duda, es ver desde Vila Nova Sintra el atardecer en Fogo, contemplar el progresivo tono rojo que adquiere la isla con los últimos rayos solares que la bañan, y descubrir entre las nieblas de los alisios de Brava el nacimiento de la luna llena detrás del volcán.

 

Otra de ellas es la presencia siempre latente de la inestabilidad sísmica de este par de islas activas del vulcanismo macaronésico.

 

Unidas tectónicamente de algún modo –al parecer Fogo se considera la hija mayor de alguna de las múltiples manifestaciones del magma bajo Brava–, nos encontramos en uno de los centros volcánicos más jóvenes de Cabo Verde y más inestables sísmicamente de toda la Macaronesia.

 

 

Si bien no ha habido erupciones volcánicas reseñadas desde su poblamiento en el siglo XVI, los temblores de tierra y movimientos sísmicos son constantes en Brava. Los más importantes acaecieron en 1944, 1963 y 1981.

 

Una de estas últimas experiencias para los bravenses ocurrió en agosto de 2006, cuando un temblor de tierra dejó entrever la posibilidad de un desalojo urgente y masivo de los habitantes de esta pequeña ínsula.

 

Cuentan los que sufren estas experiencias que cuesta reponerse de la ensordecedora y atronadora barahúnda que asciende desde el interior insular y que acaba en unos 10 ó 20 segundos de intenso movimiento y vibración de todo en derredor.

 

 

Por eso el riesgo sísmico, tan común a los habitantes macaronésicos desde Azores hasta Canarias, también es otra sintonía común con este archipiélago. Como remarca una de las geólogas investigadoras de esta isla, Cynthia Mourão (2007), “la abundancia y juventud de los eventos volcánicos explosivos y la recurrente sismicidad indican que el volcanismo en Brava no debe ser considerado extinguido y aventuran que el riesgo sismo-volcánico para la población debe ser tenido en cuenta como un escenario en cualquier planificación”.

 

En medio del Atlántico infinito

 

La presencia del océano Atlántico también se hace patente en esta isla que vive de cara al mar, de donde le viene además su única vía de comunicación con el exterior, dependiente de unos pequeños barcos de transporte –como el que nos transportó desde Fogo a Brava, el Fajã d’Água– cuyos horarios y frecuencias suelen ser aleatorios y donde se desplaza carga de lo mas variopinta, desde un ataúd o una remesa de muebles elaborados en Fogo hasta los ejemplares de frutales y bandejas de pequeños polluelos que después se cultivarán y criarán en los pomares bravenses.

 

Su paisaje se ve bordeado de Atlántico desde todas sus atalayas, y los bravenses distinguen entre los “borreguitos” de las marejadas hasta la presencia burbujeante de cardúmenes de peces y mamíferos marinos, ya sean atunes, calderones, delfines o ballenas que pueblan y transitan este mar caboverdiano.

 

De hecho, los Islotes Secos o de Rombo (Ilhéu Grande e Ilhéu de Cima), pertenecientes al municipio de Brava, son Área de Importancia Internacional para la Conservación por la abundancia de aves marinas que nidifican en ellos y por la existencia de pequeñas calas para el desove de tortugas. También en la pequeña cala de Furna es posible disfrutar aún de una pareja de alcatraces (Sula melanogaster) haciendo lances de pesca en esta pequeña bahía.

 

 

La cultura y la historia bravenses hincan sus raíces en este mar donde encontraron trabajo muchos de sus hijos, embarcados en balleneros, que hicieron fortuna en Estados Unidos y crearon asentamientos de gran trascendencia social como New Bedford o Boston. Ya Eugénio Tavares describia la isla como “a terra em que os homens casan com o mar...”.

 

Cabo Verde mantiene estrechos lazos con la comunidad emigrante que vive en América del Norte y es común descubrir parientes americanos en la isla, banderas americanas en las lojas y verdadera devoción por Obama en algunas conversaciones. También la arquitectura insular tiene sabor americano cuando se observan las nuevas casas de los indianos, aquellos emigrantes con suerte que regresan y hacen de sus viviendas el signo ostentoso de su vuelta.

 

Para los buscadores de tesoros, la isla también cuenta con una larga historia de encuentros con piratas, bajeles hundidos y cuevas escondidas donde un tesoro está aún por descubrir.

 

Georges Robert, capitán inglés que se afincó durante cinco años en Cabo Verde desde 1720, ya hablaba de la presencia de minas de salitre en Porto Ancião y de la recolecta de pepitas de oro en algunos puntos de la tormentosa orografía insular, quizás procedentes de algún estrato geológico peculiar o de algún abandonado tesoro de piratas, franceses u holandeses principalmente, que asaltaron varias veces sus freguesias dejando la huella de su paso en forma de muerte, pillaje y secuestros.

 

 

Ilha Brava, esencia del turismo rural en Cabo Verde

 

Desde el punto de vista social, Brava, con aproximadamente 6.000 habitantes repartidos entre las freguesias de Vila Nova Sintra y Nossa Senhora do Monte, es una comunidad orgullosa, con buen nivel de escolaridad, bien dotada de infraestructura, autoabastecida con agua y luz en todos sus caseríos y con una excelente gastronomía que pasa por acoger, además de la tradicional cachupa, la mejor carne de frango, porco, vaca y cabrito, así como una variada muestra de especies del mar insular, especialmente atún y garoupa.

 

En ningún otro lugar de Cabo Verde, la pecuaria dispone de mejores pastos y la cabaña ganadera hace tan buen acopio de él. La producción agrícola, siendo escasa en la actualidad, mantiene a una población estable y da alternativas a un turismo rural que puede ser la base de la economía del futuro bravense.

 

En Brava se respira la esencia del turismo rural. El alojamiento en las típicas mansiones o sobrados portugueses, con una atención familiar y una dieta saludable, conjuntamente con una cultura musical bien desarrollada, con buenos representantes de la mejor tradición de la música caboverdiana –no en vano la morna tiene allí uno de sus orígenes– hacen de este marco el sueño dorado de los que disfrutamos de este mundo tradicional. Esperemos que no se destruya esta esencia y que el turismo masivo no invada la isla.

 

Las infraestructuras de comunicaciones son la asignatura pendiente de esta isla que espera aún la localización de un aeropuerto adecuado –el de Esparadinha lleva cerrado desde 1996 y hoy día es más un recinto ganadero que un aeródromo– y una comunicación marítima más fluida y estable vía Fogo y Praia que no deje aislados ante las incertidumbres geotécnicas a la población de Brava.

 

Entre dragoeiros y carrapatos

 

El paisaje vegetal de Brava acoge algunos hitos espectaculares. Los valles cubiertos de flora tropical, como los de Fajã d’Água y Porto Ferreiro, nos trasladan a un paisaje selvático donde los cafetales, la caña de azúcar, los mangos, los coqueiros, los tamarindos, los bananos y los mameys y hasta el árbol del pan recrean pequeñas selvas insulares donde incluso es posible tropezarse con algún macaco introducido.

 

 

También las praderas con pastizales autóctonos, dominados por jugosas gramíneas y forrajeras, creciendo al amparo de las introducidas acacias americanas (Prosopis juliflora), traen reminiscencias sabanoides africanas en esta isla ubicada en plena franja del Sahel. La contrastada luminosidad insular hace que a veces en algunas de ellas nos parezca estar en una alfombra brillante donde resalta el verde de las acacias frente al tono dorado de estos prados. Lugares como Portete guardan algunos de los paisajes más espectaculares de la isla.

 

Los riscos y paredones, aunque dominados por la presencia del carrapato (Furcraea gigantea), agavácea sudamericana que se ha convertido en invasora en las islas, también permiten disfrutar de algunas riquezas botánicas especificas, como ocurre con la endémica Campanula bravensis, pequeño caméfito de flores campanuladas de tonos blancos con formas parecidas a nuestros bicácaros isleños, y con la Globularia amygdalifolia, arbusto rupícola de flores azules de gran belleza y de población muy reducida en la isla.

 

Pero la joya botánica de la isla la constituye, sin duda, la escasa pero magnifica presencia de algunos ancestrales ejemplares de dragoeiro caboverdiano, algunos integrados en la trama urbana de Vila Nova Sintra y otros en el interior de la isla, como el que aún pervive en Cova Rodela.

 

Este añejo y antediluviano ejemplar de Dracaena, verdadero monumento natural, con una copa de casi 10 metros de diámetro, múltiples ramificaciones cubiertas de una corteza rugosa y abundantes raíces adventicias aéreas, recuerda a los primeros dibujos de Draco yucciformis realizados en 1768 y 1771 por Domingos Vandelli, botánico italiano director del Jardín Botánico de Ajuda, el más antiguo de Portugal.

 

Destacan en este ejemplar –al igual que en el resto de ejemplares vistos en la isla– las múltiples cicatrices y cortes hechos para extraerle su preciada y rojiza savia, la sangue de dragoeiro, la cual, debido a la creencia popular en sus virtudes medicinales, aún se comercializa en los mercados locales.

 

 

Al regreso, embarcados de nuevo en el Fajã d’Água, dejamos atrás la isla-catedral de Eugénio Tavares, cubierta de sus sempiternas nubes y con sus contrafuertes geológicos. Más tarde sobrevolamos la escultura geológica del bello estrato-volcán de Fogo, con las coladas a sus pies y la enorme caldera que lo bordea. Después aterrizamos en Praia, capital económica de Cabo Verde. A la vista del espectacular y desordenado crecimiento que está experimentando al amparo de la inmigración legal que llega del oeste de África, nos percatamos de que ahí debajo se gesta otro volcán aún inactivo, un volcán socialmente dormido aún en este archipiélago atlántico y saheliano.

 

Revisamos los mapas que elaboramos antes del viaje y descubrimos que parte de nuestros objetivos de campo no se cubrieron. No bajamos el sendero de Lavadura, ni estuvimos en las grutas de Porto Ancião, ni subimos al famoso mirador de Fontainhas, el lugar más alto de la isla, desde donde muchas veces se inspiraba Eugénio Tavares para escribir sus poemas y mornas caboverdianas.

 

Brava, como los mejores mitos, sólo regala de cada vez una parte de sus secretos. Quedan aún muchos lugares por descubrir.

 

¡Por eso, habrá que regresar otra vez a esta bella isla atlántica...!

 

Una de las sorprendentes convergencias descubiertas en Brava fue la gran similitud entre sus dragos y los dibujados por Domingos Vandelli en el siglo XVIII. A Vandelli se le encargó el diseño del nuevo jardín botánico del palacio de Ajuda, que se había convertido en la residencia real tras el terrible terremoto que destruyó la ciudad en 1755. Procedente de Padua, Vandelli llegaría en 1765 para instalar el nuevo jardín real.

Entre los dragos más espectaculares de Lisboa se encontraban sin duda los presentes en este jardín, que también albergó un gabinete de historia natural y una de las primeras bibliotecas de Lisboa.

Al igual que los dibujados por el botánico italiano, responsable de la ciencia ilustrada en Portugal, los dragos de Cabo Verde, en especial el visto en Cova Rodela, en Brava, presentan un tronco tremendamente rugoso, no comparable a lo liso y limpio de los troncos de los dragos canarios. Otro detalle es la enorme cantidad de raíces pivotantes aéreas que colgaban de los troncos y de las ramas secundarias de este drago. Y por último, la inflorescencia única, sin divergencias secundarias, también asimilaba a este drago con los de estas islas.

 

Para saber más sobre Ilha Brava y Cabo Verde

 

- Chelmicki, José Conrado Carlos de; Varnhagen, Francisco Adolfo de. Corografía cabo-verdiana, ou Descripção geographico-historica da provincia das Ilhas de Cabo-Verde e Guiné. Lisboa: Typ. de L.C. da Cunha, 1841, t. I. Disponible en línea en: http://books.google.es.

- Feijó, João da Silva. 1815. “Ensaio econômico sobre as ilhas de Cabo Verde em 1797”. En: Memórias econômicas da Academia Real das Sciencias de Lisboa, t. 5 (1815), pp. 172-193. Disponible en línea en: http://books.google.es.

- Biblioteca Digital de Botânica. Página web portuguesa de digitalización y difusión de los documentos de la Biblioteca del Departamento de Botânica de la Universidade de Coimbra. Incluye abundantes documentos sobre la flora de Cabo Verde. Disponible en línea en: http://bibdigital.bot.uc.pt.

- Saber tropical. Página web del Instituto de Investigação Científica Tropical que recopila documentación sobre ciencias humanas y naturales de la comunidad de países de lengua portuguesa. Recoge abundantes documentos sobre Cabo Verde: cartografía histórica, imágenes y bibliografía. Disponible en línea en: http://www2.iict.pt.

- Memória de África. Portal dedicado a potenciar la memoria histórica de los lazos que unen Portugal con los países de influencia lusófona. Digitaliza abundante documentación sobre Cabo Verde, tanto libros (Historia general de Cabo Verde, Flora de Cabo Verde) como artículos publicados en revistas históricas. Disponible en línea en: http://memoria-africa.ua.pt.

- Biblioteca Nacional de Portugal. Colecciones digitalizadas de libros, iconografía y cartografía en la que se incluyen muchos documentos relativos a Cabo Verde. Disponible en línea en: http://purl.pt.

- Sistema de Informação Ambiental de Cabo Verde. Portal del gobierno de Cabo Verde relativo a información legislativa y de difusión del medio ambiente y proyectos de desarrollo en el archipiélago. Disponible en línea en: http://www.sia.cv.

- Eugénio de Paula Tavares. Portal dedicado al ilustre poeta caboverdiano, escritor, compositor y periodista oriundo de Brava. Disponible en línea en: http://www.eugeniotavares.org.

- Mourão, Cynthia, 2007. Estrutura vulcano-tectónica da Ilha Brava (Cabo Verde), VII Congresso Nacional de Geologia. Polo de Estremoz da Universidade de Évora. pp. 279-282.

 

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