Finca La Hornaca: un proyecto a medio plazo

Jesús Rodríguez-Franco Castro

Fotos: Autor - Rincones

 

Nuestra relación con la agricultura surgió al acometer la reconstrucción de una antigua casa en una finca de origen familiar situada en Tacoronte, al borde del barranco de Guayonge.

 

En los antecedentes de esta finca destaca la presencia, en los años treinta del siglo pasado, del doctor Félix Peipers médico alemán colaborador de Rudolf Steiner, sabio austriaco, que cultivó la pedagogía, la sociología, la medicina, el teatro y la agricultura biológica, desarrollando las bases agronómicas de lo que más tarde se llamaría Agricultura Biodinámica. Peipers recaló en Tenerife debido a la tuberculosis que padecía, y entre otras cosas, construyó en la finca un establo que es una construcción singular, con un sistema de refrigeración integrado en la propia estructura del edificio, y fue un referente en la comarca debido a la innovadora explotación ganadera y al embotellado de leche.

 

 

Después de muchas vicisitudes nos decidimos a emprender la empresa de cultivar aquel espacio que llevaba tantos años abandonado.

 

Los comienzos siempre son duros y éste no iba a ser de otra manera; lo primero que hicimos fue hablar con los viejos del lugar, luego con técnicos y también recibimos formación en algunos cursos, y así tomamos la decisión de plantar viña. Fruto de un compromiso con el medio ambiente, un consumo más responsable fraguado en las inquietudes proyectadas por los movimientos verdes de los años ochenta y en las enseñanzas que adquirimos de algunas experiencias que ya se llevaban a cabo en la península, decidimos inclinarnos por el cultivo de viña eco-biológica.

 

Corrían los comienzos de los años noventa y, con alguna ayuda de Europa, y apoyados en el relanzamiento de los vinos en Tacoronte (creación de la D.O.), emprendimos este innovador proyecto, respetando la configuración del terreno con sus bancales o terrazas, ya que formaban parte de nuestro acervo histórico y de un paisaje singular a conservar.

 

 

Casi paralelamente en el tiempo, llevamos a cabo en la zona colindante con el barranco de Guayonge, en el que había cierto grado de degradación, un proyecto de restauración forestal mediante la implantación de masas boscosas en una superficie aproximada a los 8.500 m2 con el objetivo de crear un corredor natural que uniera y ampliara la zona del Paisaje Natural Protegido Costa de Acentejo, de la Red Canaria de Espacios Protegidos, con el barranco de Guayonge, contribuyendo así a mejorar el hábitat de especies forestales desaparecidas de bosque termófilo y laurisilva cálida.

 

Perseguíamos con ello una mejora en el paisaje y aumentar la biodiversidad al ampliar el hábitat de especies de fauna protegida, como cernícalos, aguilillas, búhos chicos, gavilánes, tabobos, abubillas… Este grupo de fauna aumentaría, ya que, al renovarse la masa vegetal con nuevas zonas-refugio donde nidificar y dada la cercanía de una explotación agrícola no agresiva, aumentarían también las poblaciones de invertebrados. Por otro lado se conseguiría también combatir la erosión, regular los microcroclimas y formar un cortavientos natural.

 

El plan de actuación consistió en la limpieza de especies de plantas agresivas –zarzas, rabo de gato, tunera, etc…– y la conservación de las plantas arbustivas autóctonas existentes –tabaiba, cerraja, incienso, cornical, vinagrera, orobal, verodes, granadillos, espineros, torviscas, malpica...– como base sobre la que se restauraría el ecosistema. Y por último, se implantaron especies del piso vegetal termófilo de forma irregular, buscando la forma de imitar la naturaleza: palmera canaria, sabina, peralillo, mocán, marmulán, almácigo, drago, faya, peralillo…

 

 

Volviendo a la explotación agrícola, plantamos la viña con las variedades listán negro, negramoll y listán blanco, en un sistema de conducción en espaldera de cordón sencillo, con una baja densidad, al tener un marco de plantación de 2’2 m entre filas y 1’5 m entre matas de viña, y una orientación noreste-suroeste para conseguir una buena aireación de los benditos vientos alisios dominantes.

 

El trabajo de la viña se hace siguiendo criterios de agricultura ecológica en una búsqueda para obtener productos de máxima calidad y al mismo tiempo ser mas respetuosos con el medio ambiente y con el consumidor.

 

El trato que se le da a la viña exige un cuidado exhaustivo basado en la prevención, la nutrición y la restauración de la vida del suelo con el fin de conseguir plantas más rústicas y resistentes y unos frutos con más sabor y más saludables.

 

Hacemos una vigilancia continua para poder adelantarnos a las inclemencias del tiempo y a las posibles plagas.

 

 

No usamos productos químicos de síntesis; con ello, entre otras cosas, perseguimos proteger una población mayor de microorganismos beneficiosos, como es el caso de las poblaciones de levaduras, las cuales a la hora de elaborar el vino actuarán en mayor número potenciando las características organolépticas, como el aroma y los sabores más ligados al suelo y al microclima…

 

Usamos abonos orgánicos que provienen de ganado de producción controlada, además de la práctica de la plantación de abono verde con leguminosas y gramíneas, y el aporte de materia orgánica a través de los propios residuos de la explotación con los restos de los sarmientos de poda (que se trituran a pie de parra); también usamos fitosanitarios de origen natural, y en este sentido, estamos introduciendo tratamientos con preparados biodinámicos, como extractos de cola de caballo, ortigas y algas marinas, en la búsqueda de una armonía entre los distintos elementos, todo ello con el fin de producir un vino especialmente vivo y libre de residuos.

 

Desde hace tres años elaboramos de forma casi artesanal el Hoya del Navío, un vino ecológico que busca los aromas tradicionales.

 

 

La vendimia la realizamos en el momento de maduración fenólica, con debido esmero. Hacemos un rápido transporte y seleccionamos la uva, racimo a racimo, a la entrada en bodega. Luego abordamos distintas estrategias con objeto de minimizar el uso del sulfuroso, que en el vino ecológico está limitado a la mitad que en un vino convencional, y realizamos una limpieza e higiene muy estricta, con utilización de sistemas de hidrolimpieza con agua caliente, evitando así el empleo de agentes químicos muy agresivos.

 

Mantenemos el mosto en maceración durante unos 10 días con bazuqueos continuos y remontados para así obtener un vino con unos magníficos aromas, sabores y tonalidades. Con un suave prensado, extraemos el jugo de la uva que luego en la estancia en barricas de roble francés y americano nos dará ese vino fino que buscamos. Finalmente el reposo en botella acabará por definir todo el potencial y la complejidad de la variedad y el terruño.

 

Pasados unos meses, todas las botellas son manipuladas a mano para su vestido final antes de salir al mercado.

 

 

También el nombre de la marca y la etiqueta tienen una pequeña historia:

 

El nombre procede de una ensenada que hay entre Mesa del Mar y El Prix, y según cuentan las leyendas, en los tiempos en que los malvasías de Tenerife eran muy apreciados, eran objeto de deseo por parte de piratas que arribaban a sus costas a través de las calas de Juan Fernández y la Hoya del Navío.

 

Estamos comercializando vino desde hace sólo dos años, y en esta añada de 2008 el Hoya del Navío ha sido recibido con numerosos elogios y buenas críticas.

 

 

Ha sido incluido entre los 100 mejores vinos jóvenes españoles del año debido al Baco de Oro obtenido en la XXIII Cata-Concurso Nacional Premios Baco 2008 de vinos jóvenes, organizada por la Unión Española de Catadores (U.E.C.).

 

También ha tenido otro premio en el concurso internacional de vinos y aceites ecológicos EcoRacimos, dentro del certamen BioCórdoba, con una medalla de bronce. Todo un reconocimiento a un trabajo que afortunadamente es un espejo de otras iniciativas que están surgiendo como setas por todas partes. Esperemos que los vientos sigan soplando en la buena dirección.

 

 

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