Rincones del Atlántico



Querida amiga, querido amigo, que tienes en tus manos este nuevo número de Rincones del Atlántico, gracias por estar ahí, por tu confianza, por tu fidelidad, por la gran energía que nos transmites de tantas maneras y sin la cual sería imposible llevar a buen puerto esta publicación.

Parece ser que aunque cada año tenemos la intención de mantener un número estable de páginas, la revista se empeña en crecer y cada número de Rincones que sacamos del “horno” es mayor que el anterior. Será que la harina y la levadura que usamos es cada año mejor.

En primer lugar queremos contarte que para el próximo número, el correspondiente a 2008, tenemos la intención de hacer realidad una idea mucho tiempo soñada, un monográfico que tratará sobre La arquitectura tradicional en el medio rural de Canarias. Pretende ser un amplio trabajo sobre este maravilloso patrimonio, cercano y poco conocido, que no vive sus mejores momentos; una visión desde las diferentes disciplinas y sobre todas y cada una de las islas. Llevamos ya algún tiempo trabajando en él, y esperamos, si Dios quiere, que esté listo para finales de este año. Tendrá formato de libro y con bastantes más páginas que los números anteriores de Rincones. Como una especie de “preludio” al monográfico hemos elaborado, con la colaboración de algunas personas amigas, un artículo-propuesta en el que analizamos la grave situación de desinterés y abandono que sufre este patrimonio y el medio rural en general, y aportamos algunas ideas para trabajar en el camino de su recuperación. En el siguiente –y perdonen por mirar tanto hacia el futuro– continuaremos con el formato original de la revista, pero con la intención de continuar publicando algún otro monográfico de vez en cuando. Ideas no nos faltan, pero es necesario disponer de los medios y el tiempo adecuados para poder hacerlos con la calidad y el rigor que creemos que se merecen, y sin los que ni queremos ni sabemos hacer las cosas. Por lo tanto serán de “cocción lenta”. También intentaremos por todos los medios que pueda ser lo más asequible posible y que además pueda llegar a todos los rincones de nuestras islas, para que ninguna persona interesada se vea privada de él.

Creemos que el libro es un bien público –colaborar en esto es uno de los principales objetivos de Rincones– que hay que difundir y apoyar mucho más de lo que se hace, que éste debe ser asequible y útil pero que también debe ser bello, que enamore, primero a los sentidos, y luego y fundamentalmente al espíritu. Es una de las mejores herramientas que poseemos para conocer y conocernos: transmitir la cultura, desarrollar la inteligencia, expandir sabiduría, mostrar la belleza, el amor… El libro nos hace viajar, soñar, despierta nuestra imaginación, pero sobre todo nos ayuda a conocernos, a ser nosotros mismos, a ser libres.

El libro es hijo del árbol, que es nuestro mejor amigo en la tierra –otro más de sus múltiples y valiosos regalos–, nos da alimento, sombra y cobijo cuando está vivo, y cuando muere nos regala su cuerpo, la madera con la que construimos nuestra casa, nos calentamos en invierno, o cocinamos nuestro sustento. Produce el oxígeno, nos da abono y medicinas; retiene el agua de la lluvia cuando cae a la tierra, y además evita que ésta la arrastre y se la lleve, protegiéndola. Embellece y alegra el paisaje, es hogar de las aves y de otros muchos seres. Es fértil, una sola de sus semillas puede encerrar un bosque. Lleva muchísimo más tiempo que nosotros viendo salir el sol y la luna. Conoció a los padres de nuestros tatarabuelos y conocerá a los hijos de nuestros tataranietos. Es independiente, pero también solidario y de una generosidad sin límites, siempre nos dará mucho más de lo que nosotros podamos darle. Ha sido, es y será cantado por todos los poetas, a los que siempre ha inspirado, pues la sensibilidad es parte del amor y él es amor. Su paciencia y su larga vida le han hecho sabio. Es hermano de la luz, y, como ella, alumbra nuestros días. Los árboles son ángeles en la tierra que nos enseñan a crecer, a ser mejores, y que nos guían para encontrar el camino de la luz.

Desde nuestra pequeña tribuna de Rincones, queremos, como siempre, dedicarles el mejor espacio y nuestro mayor homenaje. Queremos aprender de ellos e imitar su ejemplo.

La educación es la raíz del árbol de la sociedad humana. Para que éste pueda crecer sano y vigoroso, con fuertes ramas y frondosa copa y dando buenos frutos, hay que cuidarla debidamente. Debe ser regada y abonada para que así pueda crecer larga, fuerte y profunda. De esta manera aguantará tempestades, y las plagas y las enfermedades no le afectarán.

Una educación responsable, de calidad, en la que se instruya en los mejores valores del ser humano, en la justicia, en la ética, en el amor a la Naturaleza, –a toda la Naturaleza, empezando por nosotros mismos, para así poder amar a nuestro hermano y a todos y a cada uno de los seres–, es el principio del camino para solucionar los problemas que padece el ser humano, y con él el resto del planeta. Si lo conseguimos, todo lo demás vendrá dado, incluyendo la que todos consideramos nuestra principal prioridad, la salud, tanto la física como la mental.

La educación es la base, la raíz, la única manera que tenemos de luchar, y si no acabar –pues parece ser parte de la condición humana–, sí tratar de paliar y reducir el hambre y la miseria, las guerras y la violencia –la de género y todas las demás–, la intolerancia, la exclusión, el egoísmo, el individualismo competitivo de nuestros días, la corrupción, la fealdad y el mal gusto, la enfermedad y el dolor, los miles de miedos que nos atenazan. La educación ha de ayudar a erradicar el veneno que amenaza a la vida. Estamos envenenando el planeta: el aire, el agua, la tierra, las plantas, los animales, a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, y también nuestro corazón y nuestra alma. ¿Porqué no soñar con un mundo mejor, por el derecho a realizar la utopía, para que la auténtica libertad se instale en el corazón de cada ser humano?

La ignorancia es nuestro mayor enemigo. Y la educación el antídoto. Despertemos de este soporífero letargo, arrojemos lejos los somníferos que la sociedad, y por lo tanto nosotros mismos, está consumiendo. Es preciso que nos quitemos la venda, que dejemos la pantomima y el autoengaño; es necesario un esfuerzo real e inconmensurable de todas las personas conscientes para analizar y atacar de fondo las razones que nos han llevado a esta situación. El deterioro es grande; hay que ponerse a trabajar, en la casa, en la escuela, en el instituto, en la universidad, en las administraciones… no hay ni un solo minuto que perder, pues la maleza de la ignorancia avanza sin freno asfixiando la semilla del futuro.

Reclamemos la dignidad y luchemos por ella, está en nuestra mano, primero con nosotros mismos, luego en nuestro entorno y finalmente todos juntos, por lo correcto, por lo que es justo, por lo esencial, por la verdadera felicidad, por la auténtica calidad de vida, que nada tiene que ver con esta vorágine consumista, depredadora de recursos, egoísta, ajena al bien general de la humanidad, que sólo beneficia a una pequeña élite y que perjudica y ahoga cada día más a la gran mayoría, tanto a nivel global como local –un ejemplo cercano es la RIC, que termina produciendo un grave deterioro de los servicios públicos más importantes y esenciales, léase la sanidad, la educación, los servicios sociales…–.

Comencemos en el día a día poniendo nuestro granito de arena, con el apoyo mutuo, relacionándonos con respeto y aceptación, consumiendo de manera responsable... Sobriedad y sencillez tienen mucho que ver con la felicidad, y no el ritmo de vida que llevamos que ni es calidad de vida, ni es sociedad del bienestar. Pensemos en el mañana, en el futuro que les espera a nuestros hijos, y actuemos sin demora.

Querido amigo, querida amiga, que tienes en tus manos este nuevo número de Rincones del Atlántico, gracias otra vez por estar ahí. Es para ti, deseamos que te guste y que lo disfrutes.

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