Rincones del Atlántico



Maspalomas. El ocaso de las grandes dunas

Luis Hernández Calvento
Grupo de Geografía Física y Medio Ambiente
Departamento de Geografía - U.L.P.G.C.
Fotos: Francisco Rojas Fariña - Luis Hernández Calvento - Sergio Socorro - Rincones - FEDAC


Durante los últimos millones de años, en el vértice sur de la isla de Gran Canaria, se ha ido forjando un singular espacio, el sistema dunar de Maspalomas, caracterizado por la presencia de grandes dunas que avanzan desde la playa de El Inglés hacia la de Maspalomas y la desembocadura del barranco de Fataga. En su formación, los procesos fluviales y marinos han sido determinantes, pues de su interrelación surgió una planicie deltaica de unos cuatro kilómetros cuadrados.

Este delta, generado al resguardo de una terraza alta pleistocena (que hoy sustenta la urbanización de El Inglés), fue el escenario en el que se sucedieron, e imbricaron, diferentes ambientes (lagunas litorales, dunas, saladares, playas de arenas y de callaos), que conformaron un basamento constituido por depósitos sedimentarios aluviales, eólicos, marinos y lacustres.

Con la última regresión marina, esta plataforma quedó expuesta a la arribada de sedimentos arenosos, transportados por la corriente de deriva. Estas arenas, en un volumen extraordinario, han ido accediendo paulatinamente al territorio emergido por la playa de El Inglés, al este. Una vez secados en el estrán, los vientos efectivos del NE han transportado incesantemente los granos de arena hacia la playa de Maspalomas, al sur, dando forma, en su desplazamiento, a un campo de dunas de especial interés. Durante su progresión, las arenas fueron transformando el paisaje original del delta, obligando a las aguas del barranco a circular por sus canales occidentales, hasta definir un trazado semejante al actual. En su desembocadura, la barra de arenas que constituye el sector occidental de la playa ha participado en la formación de una serie de lagunas litorales (de las que hoy sólo queda la charca –o charco– de Maspalomas) que han dado sustento a un humedal y a un palmeral, conjunto que ha recibido el nombre de Oasis de Maspalomas.



Su ubicación en el sur de la isla, a resguardo de la humedad que transportan los vientos alisios, posibilita disponer de un alto porcentaje de días soleados; este fenómeno, conjuntamente con unas precipitaciones muy irregulares, que no superan en la mayoría de los años los 100 mm, determina un clima cálido y seco. Por su parte, la disposición de arena y de sal, dada la cercanía del mar, da lugar a la presencia de una vegetación compuesta por especies psammófilas y halófilas en el campo de dunas. En el Oasis, la vegetación hidrófila convirtió este lugar, en el pasado, en un enclave estratégico para las aves migratorias, y mantiene aún hoy un papel ecológico destacado, dada la presencia de aves y especies vegetales asociadas a humedales.



Por lo que respecta al campo dunar, su mayor interés viene determinado por las propias dunas, que presentan una gran variedad de formas condicionadas por factores ambientales y humanos. Así, las primeras retenciones de arena, en la playa de El Inglés, son generadas a sotavento de los ejemplares de Traganum moquinii (balancones) que salpican la playa alta. Con el tiempo, estas primeras acumulaciones aumentan de volumen y alcanzan una altura considerable, de modo que los sedimentos quedan de nuevo a expensas de los vientos del NE, que los transportan en forma de láminas de arena y pequeñas dunas barjanas, de no más de dos metros de altura, hacia la playa de Maspalomas. Progresivamente el volumen de arena se hace mayor y las dunas se presentan coalescentes, para terminar su recorrido convertidas en cordones barjanoides, de entre cuatro y doce metros de altura, transversales a los vientos efectivos.

Hacia el norte, el tránsito de las arenas está condicionado por la presencia de la terraza de El Inglés, que se adentra en el sistema en forma de cuña elevada topográficamente sobre el campo de dunas. En la actualidad la mayor parte de la arena se dirige hacia el sur, configurando dunas de vórtice en el vértice sur de la terraza de El Inglés, y participando en la configuración del sector meridional del campo de dunas, muy activo y donde se generan los mayores depósitos. Sin embargo, hace unos cuarenta años algunas dunas alcanzaban el techo de la terraza alta, ascendiendo por los barranquillos que desaguan en la playa de El Inglés; el sedimento continuaba su recorrido, logrando cruzar el techo de la terraza y generando a sotavento de este obstáculo topográfico un amplio almacén de arena que alimentaba al sistema interior.

Con la ocasional llegada a Canarias de fuertes vientos de procedencia Oeste, el sistema sedimentario se transforma notablemente, dado que las dunas invierten sus crestas. Pero los mayores efectos se dejan sentir en el transporte litoral: el oleaje erosiona la playa de Maspalomas y transporta el sedimento hacia la de El Inglés, provocando el crecimiento de la punta de La Bajeta, en su sector meridional, y estableciendo un lagoon estacional que queda atrapado entre las barras de arena generadas por la progradación de la playa.

La conquista del territorio
La conquista de este espacio por la sociedad asentada en su entorno ha sido progresiva, aunque ha dependido en cada momento de la forma de valorar los limitados recursos que el territorio presenta. Los primeros grupos humanos que se establecieron en este lugar, los aborígenes canarios, se asentaron en enclaves que no quedaban a merced de la arena en tránsito, tanto en la periferia del sistema como en su interior, en sectores caracterizados por la paralización del transporte sedimentario eólico, inducida por la colonización vegetal, cercanos al Oasis. De ellos nos han quedado vestigios de su cultura y de sus actividades, en forma de viviendas, concheros y enterramientos.

Tras la incorporación de la isla a la corona de Castilla, los alrededores del sistema de dunas fueron colonizados progresivamente, siendo las labores agrarias las que tuvieron mayor incidencia sobre este medio. Así, la principal actividad que se desarrolló en los alrededores de este sistema antes de 1930 fue el cultivo de cebada y de trigo. Con posterioridad a esta fecha se produjo la irrupción del cultivo del tomate, con destino a la exportación, que ocupaba, hacia principios de los años sesenta del pasado siglo, la casi totalidad de la tierra, incluyendo parcelas ganadas al campo de dunas y al barranco de Maspalomas.

Su ubicación, a resguardo, durante gran parte del año, del fuerte oleaje, la soledad de los arenales y el verdor de la charca y su entorno, permiten dibujar un paisaje privilegiado para el descanso y el abastecimiento de navegantes. Así ocurre durante el cuarto y último viaje de Cristóbal Colón, en 1502, cuando se detiene en el lugar “[...] para tomar el agua y la leña que eran necesarias en el viaje” (COLÓN, Hernando. Historia del almirante, capítulo LXXXVIII). También la escuadra holandesa de Van der Doez hace una escala en Maspalomas en 1599, tras su derrota en el Monte Lentiscal y el abandono de la capital de la isla, con el fin de buscar agua dulce y enterrar a sus muertos. Semejantes razones bélicas traerán a estas costas a náufragos y combatientes, como los que, siglos después, arribarán, en penosas condiciones, durante las dos guerras mundiales.

También los naturalistas han tenido un acercamiento a Maspalomas a lo largo de la historia. Tal es el caso, en 1829, de Sabin Berthelot, quien dedica una jornada a la caza de aves africanas; o René Verneau, quien en 1890 se preocupa porque las dunas “avanzan poco a poco hacia el interior y amenazan con invadir todas las tierras cultivadas. Pero, sin duda, será David Bannerman, que realiza una estancia en el lugar en febrero de 1912, quien escriba algunas de las mejores apreciaciones sobre el charco de Maspalomas y su entorno, en su obra The Canary islands: their History, Natural History and Scenery, publicada en 1922: “Cuando cayó la noche, el Charco, visto desde nuestro campamento, parecía un país de ensueño, y las palmeras contribuían en gran medida a embellecer el paisaje. A medida que el sol se escondía detrás del pantano, el cielo se inundaba de encantadoras sombras de color sonrosado y un suave verde, contra el que destacaba el contorno raso del faro en fuerte relieve [...]” (citado por R. Naranjo en: Maspalomas: espacio natural. San Bartolomé de Tirajana: Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, 1999).

En definitiva, hasta el boom del turismo de masas, el campo de dunas fue un territorio con un desarrollo muy limitado, dada la escasez de recursos que presenta, y tan sólo la esporádica visita de algún naturalista devolvía algo de esplendor a este complejo y frágil sistema. Sin embargo, dos de los elementos que lo caracterizan, el sol y la arena, se convierten a partir de los años sesenta del pasado siglo en recursos de primer orden.

El conflicto entre el desarrollo turístico y la protección ambiental

El desarrollo turístico del sur de la isla es relativamente reciente, si bien la idea de Maspalomas como núcleo turístico ya fue blandida en los años treinta del siglo XX por Néstor Martín Fernández de la Torre. Sin embargo, no será hasta 1963 cuando se produzca el verdadero lanzamiento de esta idea: será el conde de la Vega Grande, propietario entonces del amplio territorio que se extiende entre los barrancos de Tirajana y de Arguineguín, quien se plantee urbanizar 500.000 m2 en los llanos de El Inglés. Tras la realización de un concurso internacional, resultó ganador el proyecto presentado por el equipo francés SETAP (Societé pour l’Étude Technique d’Amenagement Planifiés), respetuoso con el espacio natural y con la integración de la agricultura de la zona.

La ejecución del proyecto no se ha desarrollado tal y como se planteó inicialmente, dado que el organismo encargado de ejecutarlo (la Sociedad Promotora Maspalomas Costa Canaria) dedicó sus esfuerzos al sector inmobiliario. De igual modo, los organismos públicos encargados de velar por el buen desarrollo del plan no fueron suficientemente escrupulosos con el cumplimiento de las normativas urbanísticas. Por otro lado, las crisis económicas sufridas a escala mundial han generado un desarrollo urbanístico, con altas y bajas, que, sin embargo, ha ido ocupando la práctica totalidad de la llanura sedimentaria del barranco de Fataga, “cercando” progresivamente el sistema de dunas.

De esta forma, Maspalomas adquirió, desde los años sesenta, el papel de imagen turística de la isla, como reclamo para los negocios que se movían en sus alrededores. No pocos ciudadanos y organismos han mostrado, desde entonces, una creciente preocupación por las posibles consecuencias que estas actividades podrían estar teniendo en el sistema.

El primer antecedente de protección de este espacio data de 1975, año en el que los propietarios del sistema de dunas contactan con el Cabildo Insular de Gran Canaria con el fin de solicitar su declaración como Parque Natural. Pero no será hasta 1982 cuando Maspalomas adquiera una figura de protección provisional, a través del Real Decreto 1.741/1982, de 25 de junio. Las leyes 12/1987 y 12/1994, promulgadas por el Parlamento de Canarias, ratificaron el estatus de protección, y hoy la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas es, además, Área de Sensibilidad Ecológica (ASE), contando, desde marzo de 1999, con Plan Director.

La transformación inducida
Las playas de El Inglés y de Maspalomas constituyen el principal destino turístico de la isla de Gran Canaria, razón por la cual soportan una ocupación permanente a lo largo del año, tanto de visitantes extranjeros como españoles peninsulares y residentes locales. Precisamente, el hecho de ser un destino turístico de primer orden ha tenido serias consecuencias para el funcionamiento del sistema natural.

Los trabajos de investigación realizados hasta ahora sobre este espacio ponen de relieve que este sistema de dunas ha experimentado un importante proceso de transformación en las cuatro últimas décadas, inducido, al menos parcialmente, por el amplio desarrollo turístico que se ha producido en sus alrededores. Los principales procesos identificados han sido el bloqueo del tránsito de arenas en las áreas ubicadas a sotavento de la urbanización de El Inglés, la aparición del sustrato subyacente en las áreas intermedias del sistema, el amplio desarrollo de la cobertura vegetal, que ha incidido en la paralización de la dinámica sedimentaria, y la generación de pasillos de sombra eólica (zonas de acumulación y erosión de las arenas) a sotavento de los equipamientos de playa.

Así, en 1960 el sistema de dunas ocupaba un área mayor que la actual, y los usos del territorio se limitaban a aprovechamientos agrícolas y ganaderos en sus alrededores, y a la pesca en sus costas. Es de destacar, en este sentido, el papel que ejercía la terraza sedimentaria de El Inglés: durante los años previos al desarrollo turístico esta terraza era cultivada, si bien las áreas más cercanas al campo de dunas no habían sido ocupadas, dado que el tránsito sedimentario se producía por su vértice sur, garantizando el paso de las arenas a las áreas interiores del sistema.

En la imagen de 2000 se aprecian cambios significativos, como la ocupación del sector norte del sistema de dunas por un campo de golf; o la canalización del barranco de Fataga, al oeste, con el fin de ganar superficie para las urbanizaciones turísticas; en la desembocadura del barranco se aprecia la ocupación urbanística del entorno de la charca de Maspalomas. Este proceso se ha producido de tal forma que hoy día contamos con aproximadamente la tercera parte del sistema de dunas móviles que podíamos observar a principios de los años sesenta.

Pero, sin duda, una de las transformaciones más significativas es la ocupación urbanística que ha experimentado la terraza de El Inglés. La consecuencia de este hecho es la inducción de una variación en la dinámica eólica, y por ello en la sedimentaria, en el campo de dunas, a resultas del funcionamiento de “efecto pantalla” que ejercen las edificaciones. De esta forma las áreas interiores del sistema, a sotavento de la terraza, ya no reciben aportes sedimentarios, produciéndose un proceso de paralización y colonización vegetal en los sectores más alejados de la costa, y una deflación, con aparición del material geológico subyacente, en la zona intermedia del sistema.

Así, hoy podemos afirmar que el desarrollo urbanístico ha interferido (e interfiere) en la dinámica del campo de dunas de Maspalomas, siendo una consecuencia directa de este hecho la transformación de los ecosistemas propios de la Reserva.

También el desarrollo turístico ha condicionado la evolución del medio natural debido a las actividades que realizan en el interior del campo de dunas algunos usuarios de las playas, y que tienen clara incidencia en su deterioro por la alteración de sus valores geomorfológicos (la construcción de “goros” utilizando materiales de antiguos depósitos litorales es un claro ejemplo) y biológicos (como el abandono de basuras o el arranque de ramas de ejemplares de especies características de este medio para la construcción de “nidos”).

El déficit sedimentario
Pero, además, este proceso coincide en el tiempo con otro, actualmente en investigación, que se identifica como un déficit sedimentario progresivo que se viene produciendo desde los años sesenta. Los elementos que permiten considerar este proceso son, por un lado, la menor altura que presentan las dunas, y por otro, el aumento de superficies de deflación, caracterizadas por la aparición del basamento del sistema. Estos procesos son identificables claramente en las playas de El Inglés y Maspalomas, justamente los dos sectores del sistema que funcionan como áreas de entrada y de salida de los sedimentos, respectivamente.

Por lo que respecta concretamente a la playa de El Inglés, se observa un aumento progresivo de la distancia entre la playa alta y la primera línea de dunas transversales, lo que explica que cada año las dunas se formen más lejos de la costa. El contacto entre la playa alta y esa primera línea de dunas se resuelve hoy mediante una amplia superficie llana, humedecida por capilaridad, sobre la que estacionalmente progresan láminas de arena y dunas barjanas. También en los alrededores de la playa de Maspalomas se observa un déficit progresivo de arenas, con crecimiento de áreas de deflación y sustitución de los cordones transversales, de unos ocho metros de altura, que avanzaban por este sector hacia el año 1960, por dunas barjanas, con alturas actuales próximas a los cuatro metros.

Lamentablemente, no conocemos aún con exactitud las causas que provocan este déficit de arenas, pero sí que éstas se encuentran fuera del propio campo de dunas. Puede deberse a causas estrictamente naturales tanto como a causas humanas, o a un conjunto de causas de diversa índole que, finalmente, han terminado potenciándose en un proceso sinérgico.

La paradoja
En definitiva, el sistema de dunas de Maspalomas representa un claro ejemplo del conflicto entre el desarrollo y la conservación. Pero, además, adquiere el valor de una paradoja: por un lado, representa la imagen de un paraíso que hemos sabido vender hábilmente; pero por otro lado, ha sido el propio desarrollo turístico, asociado a esta imagen, el que ha inducido una severa transformación en el sistema.

La pregunta que cabe hacerse, en estas circunstancias, es si realmente estamos haciendo todo lo posible por salvaguardar el último sistema de dunas móviles que nos queda en Gran Canaria. De no ser así, podemos estar seguros de que las generaciones venideras nos plantearán muchas preguntas, tal vez semejantes a las que hoy formulamos a nuestros antepasados, responsables de la tala de nuestros bosques. Cierto es que los pasos dados en los últimos años en la protección de este singular espacio han sido significativos, desde la voladura del hotel Dunas, el 5 de junio de 1989, hasta la recuperación del entorno de la charca o la señalización del sistema. Sin embargo, aún quedan pasos por andar. Entre ellos, la urgente necesidad de proceder a un cambio en la mentalidad de muchos de los que nos relacionamos con este singular espacio, que permita empezar a hablar de una protección real, incluso desde fuera de las líneas que delimitan la Reserva Natural Especial.

Pero, ante todo, Maspalomas requiere una amplia reflexión de la sociedad, a través de sus instituciones y representantes, con el fin de establecer consensos que permitan tomar las medidas adecuadas para la salvaguarda de este sistema natural, patrimonial y económico. Una reflexión que debe comenzar por el reconocimiento del hecho de que durante cuarenta años hemos ido extrayendo recursos económicos de un sistema frágil, aunque sin prestar demasiada atención a su problemática. Porque hoy en día nadie discute que Maspalomas ha sido uno de los pilares sobre los que se ha apoyado el desarrollo económico de la isla de Gran Canaria. Pero quizá es tiempo ya de reconocer que ese desarrollo ha tenido (y tiene) un alto coste ambiental, que lamentablemente no hemos sido capaces de asumir; y si no damos ese paso, posiblemente no seamos capaces de gestionar adecuadamente los escasos bienes naturales que nos quedan.

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