Rincones del Atlántico




La memoria colectiva sobre el castañero de Acentejo:
su importancia en la Comunidad




PILAR GONZÁLEZ RODRÍGUEZ Y MARCOS HERNÁNDEZ SUÁREZ
TÉCNICOS DEL GABINETE DE DESARROLLO RURAL DE ACENTEJO
FOTOS: PILAR GONZÁLEZ RODRÍGUEZ - RINCONES
DIBUJO: SERGIO HERNÁNDEZ BELLO


En los altos de Acentejo, por encima de las tierras de viña y antes del monte, existe hoy un magnífico paisaje dominado por castañeros. Este paisaje, a diferencia del tabaibal, de la laurisilva o de cualquier otra belleza autóctona, es el resultado del esfuerzo y el aprecio colectivo de las gentes de las comunidades de esta comarca que durante siglos, en condiciones de subsistencia, mantuvieron una cuidada explotación de los recursos que este conjunto forestal les ofrecía...


Como en cualquier otra relación, los aprovechamientos del castañero se optimizaron y estandarizaron con el tiempo y de un cultivo secundario como recurso económico, el castañar pasó a formar parte de la cultura y de la vida social de la gente hasta hace apenas treinta años. Desde los años setenta, la diversificación y especialización de las actividades económicas ha supuesto un desarrollo económico de la zona y la explotación del castañero se ha visto desplazada hacia un abandono progresivo. Afortunadamente el conocimiento tradicional sobre el recurso y la importancia social y cultural de estos árboles se mantiene gracias a las personas mayores que los conocieron íntimamente en su época de esplendor.

Cuando en el verano del año pasado empezamos a trabajar para recoger la memoria colectiva del castaño en Acentejo a través de metodologías participativas de Diagnóstico Rural Participativo (DRP), nuestro objetivo final era lograr difundir esa memoria entre la población joven de la Comunidad y entre las personas del resto de la Isla, a fin de que se produzca una toma de conciencia colectiva acerca de la importancia histórica de este recurso y de la urgencia de su revalorización.

Este artículo sirve a ese objetivo y su contenido es el resultado del trabajo de más de cien personas de zonas como La Corujera en Santa Úrsula, La Resbala, San Antonio, San Juan y otros puntos de La Victoria, de la Vica, El Pirul y San Antonio en La Matanza de Acentejo, de Ravelo en El Sauzal y de Agua García en Tacoronte; personas que se resisten a dejar que ese paisaje se asilvestre.

Los castañeros en Acentejo se encuentran localizados entre los 700 y los 1100 metros de altitud, lindando en la parte más alta con primera línea de monte. De este a oeste aparece formando un paisaje continuo desde el Barranco El Pino, límite de Santa Úrsula con La Orotava, hasta el parque recreativo Las Calderetas, en el municipio de El Sauzal. A partir de este punto hay bolsas dispersas de árboles por el municipio de Tacoronte. Dentro de esta especie de banda longitudinal más poblada podemos distinguir también tres zonas que a modo de franjas tienen características diferentes. Una franja en las latitudes más bajas donde los castañeros aparecen entre árboles frutales de pepita y asociados a otros cultivos, fundamentalmente papa; esta primera franja suele tener su límite superior a lo largo del Canal de Aguas del Norte que atraviesa toda la Comarca. La franja intermedia, inmediatamente superior al Canal, tiene una población de castaños mucho más densa; conseguir otros cultivos en ella resulta difícil por las condiciones de humedad y altitud. Y por último, encontramos una franja con características casi de monte donde los castañeros comparten suelo con hayas, brezos, laureles, helechos y en algunos casos hasta con pinos, madroños y eucaliptos como ocurre en Santa Úrsula y en zonas de La Victoria de Acentejo. Mientras hubo una economía agraria de subsistencia en Acentejo, las castañas complementaron las dietas de la gente entre los meses de octubre a diciembre y, además, ayudaban a la economía familiar. Del intercambio de castañas se obtenía alimentos que no se producían en la zona (cebollas, ajos, pescado salado y fresco, cestas y cestos y otros productos artesanos) a través de un trueque que obligaba a las mujeres a realizar largos desplazamientos sorteando traspiés en el camino, cargas con castañas a la ida y con otros productos a la vuelta, iban desde los distintos municipios de Acentejo a La Punta del Hidalgo, a San José, al Amparo y otros lugares. De la venta de castañas conseguían dinero con el que pagar otras cosas necesarias para la casa o ropa para los niños, los libros del curso o los regalos de Reyes o bien para cubrir algún otro gasto “Mi madre decía que el dinero de las castañas había que guardarlo para pagar la contribución”, nos contaba una señora en La Resbala, La Victoria. Del árbol se obtenía madera que se usaba en la construcción de casas, para hacer muebles, para la cestería, para la construcción de barcos y muchas otras cosas. A todo lo que daba el árbol se le sacaba rendimiento, incluso a las ramas secas que aprovechaban como leña, las hojas secas para la cama de los animales y las frutas muy chicas como comida de los mismos. Durante las décadas de los 60 - 70 se produjo una diversificación de las actividades económicas vinculadas al desarrollo del sector turístico en el Puerto de La Cruz, al desarrollo de la actividad portuaria en Santa Cruz y a la llegada del dinero enviado por los emigrantes a Venezuela. Ese cambio en Acentejo supuso el abandono de la actividad agrícola a tiempo completo y un cambio en el estilo de vida de la gente.

El óptimo cuidado del castañero requiere tareas que resultaban rentables en esa economía de subsistencia, pero que a medida que se abandona el campo y que los intermediarios se convierten en necesarios, pierden rentabilidad, lo que contribuye a que las zonas no se cuiden suficientemente y que algunos árboles aparezcan cubiertos de maleza. Sin embargo allí donde los árboles están en los bordes de las huertas de papas o de viña, se encuentran mucho más cuidados y hermosos. Si bien los usos gastronómicos tradicionales de la castaña son muy variados, comerlas tostadas, cocinadas o en potaje sigue siendo habitual. Es muy popular acompañar las castañas con los vinos nuevos y antes era un fruto seco presente en muchas fiestas y celebraciones. Se empezaban a usar el Día de Todos los Santos, eran imprescindibles en San Andrés; en Pascuas se comían castañas como una golosina de las fiestas o se regalaban a los niños junto a una naranja u otra fruta. En Carnavales se comían las últimas castañas secas y ahumadas que quedaban en los rosarios. Ahora la situación ha cambiado, tanto porque hay acceso a otros muchos productos como porque la forma de divertirse también ha cambiado. A pesar de esto, en ciertas tradiciones, como la celebración de San Andrés el 30 de noviembre cuando se abren las bodegas, se siguen usando castañas. Esta asociación de castañas con vinos nuevos es muy característica y constituye una de las exquisiteces populares más singulares de la zona. Durante el trabajo realizado en la primera fase del Diagnóstico Rural Participativo para recuperar la memoria colectiva vinculada al castaño, descubrimos que las personas mayores de Acentejo añoran ver el castañar cuidado. Consideran que es un cultivo que se mantuvo atendido debido a la escasez de otros tiempos pero que, aunque económicamente no tengan la misma relevancia en estos momentos, sería necesario tomar las medidas pertinentes para mantener los castañeros.

Muchas personas esbozaron posibles soluciones vinculadas a actuaciones que se podrían llevar a cabo desde la administración. En estos momentos estamos trabajando con los/as propietarios/as y productores/as de la zona la segunda fase del DRP centrada en el diagnóstico de la situación actual y el análisis de problemas con el fin de consensuar cuáles son las necesidades inminentes para la recuperación y mantenimiento del cultivo, puesto que, desde el punto de vista de todas las administraciones implicadas y de la gente con la que hemos trabajado, el castañar es un patrimonio que hemos heredado de las generaciones actuales y pasadas y que debe ser apreciado por las próximas porque son el fruto de siglos de trabajo, esfuerzo y adaptación de la naturaleza.


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